Cuando los papás escuchan por primera vez acerca de la educación en casa y comienzan a investigar,  a preguntar a otras familias, a visitar blogs y a participar en foros, muchas veces terminan con más ansiedad o con la sensación de «no estar a la altura». Y muchos abandonan la idea sin intentarlo siquiera.

Hay un error que solemos cometer los homeschoolers: tomar nuestra realidad como «LA» realidad. A mi me ha sucedido. Y mis consejos a los que recién iniciaban estaban basados en mi experiencia con mis hijas, como si existiera una realidad única para todos… a veces no es algo consciente, pero se refleja en la manera en que decimos las cosas.

Por ejemplo, en vez de decir «a mí y a mis hijos nos funciona muy bien no seguir programas de estudio» se dice «los programas de estudio no sirven para nada, los niños deben seguir sus intereses». Parece algo de poca importancia, pero a través de este error se derivan otros, como por ejemplo dar por hecho de que todos los chicos necesitan lo mismo, que todas las familias funcionan igual, que el entorno de todos los peques es el mismo o que todas las familias persiguen el mismo objetivo al educar sin escuela.

La esencia del homeschooling (y lo que la hace una opción única y dinámica) es justamente esta falta de sistematización, que permite que se adapte a cualquier cultura, credo, ideología o realidad social.

Hace 15 años hice un maravilloso viaje de 40 días a la India, con mi mochila a cuestas y un montón de interrogantes y expectativas. El choque cultural fue terrible. De las incontables enseñanzas que me traje de aquel viaje, hay una anécdota que quisiera compartirles: llegando a Goa, una playa preciosa, me sorprendió ver que las niñas que vendían frutas se bañaban con sus saris puestos. Con el pasar de los días nos hicimos amigas, y les pregunté -con la ayuda de un amigo que me traducía su raro inglés- por qué se bañaban con la ropa puesta. Ellas me dijeron que así estaba bien para ellas, que no estaba bien mostrar el cuerpo. Yo no lo podía creer, me pareció muy mal que ellas tuvieran que cargar con la pesada ropa mojada cada vez que querían bañarse en el mar (y por qué no decirlo, me sentía mucho más evolucionada, «por encima de»). Me quedé bajo la sombra de uno de los barcos de los pescadores que allí vivían, elucubrando un propósito mesiánico de convencer a las chicas para que comenzaran a utilizar traje de baño. A los pocos días dos indios sonrientes se acercaron a donde yo estaba con mis amigos, tratando de iniciar una conversación, y sin dudarlo intentaron manosearme. Fue un momento horrible que me sirvió para entender que fui yo la que no supe adaptarme al lugar en que estaba, y que con arrogancia pretendí que aquellas mujeres acataran MI verdad, una verdad tan relativa como la relatividad misma, una verdad que no contempló diferencias culturales, sociales y religiosas.

Con este ejemplo quiero decir que no podemos colocar nuestra experiencia homeschooler por encima de las experiencias ajenas, por más que en lo personal nuestra vida sea maravillosa y nuestros hijos un encanto fenomenal (claro, en nuestra realidad, en nuestra cultura, en nuestra familia, con nosotros como protagonistas con todo lo que somos).

Lo que sí resulta muy enriquecedor es compartir esas experiencias (tanto las familias que llevamos años haciendo HS como aquellas que recién empiezan y que aportan tanta frescura, nuevas ideas y entusiasmo), el cómo lo hacemos, qué nos resulta, por qué decidimos hacerlo de tal o cual manera. Pero dejando claro que es un modo más de hacer las cosas, tan válido como muchos otros.

En definitiva: en el homeschooling cada familia vive en un universo paralelo al de las demás, con una realidad y una visión únicas, tan únicas como únicos son sus hijos.

Si estás empezando, lo mejor que podés hacer es mirar hacia adentro, acercarte a tus hijos de una manera más profunda, observarlos, aprender cómo son, qué necesitan, cuáles son tus talentos y sus sueños. Y también mirar hacia tu interior, conocer tus fortalezas y debilidades. Y por último mirar a tu familia como unidad, y determinar qué necesitan en este preciso momento de sus vidas.

Cuando tengas todas estas cosas en claro, dedícate -si lo deseas- a recolectar experiencias ajenas, seguramente serán de gran ayuda porque te estarán dando más opciones, más ideas, más recursos. Pero nunca pierdas de vista que no dejan de ser eso: EXPERIENCIAS AJENAS.