Me gusta mirar en retrospectiva nuestro camino recorrido como familia que se educa sin escuela, y una de las conclusiones que rescato es que cuanto más «liguemos» los aprendizajes a circunstancias y hechos de la vida cotidiana de los chicos, más naturalmente (y profundamente) éstos son absorbidos y asimilados.
Me pasa mucho en matemáticas. No es igual que yo le ponga a Gaia un problema o cuenta «x» a que ella tenga que utilizar cuentas o planteos para resolver situaciones cotidianas (pesos y cantidades y proporciones en una receta, cuántas horas faltan para tal o cual actividad, cuántas galletas nos van a tocar a cada uno en la cena, etc.)
En cuanto a la escritura, quería compartirles una anécdota.
Hace como un año Gaia entró en una etapa en la que no quería escribir ni tres palabras seguidas. Simplemente se malhumoraba, o hacía de chicle la actividad, y terminábamos por dejarla de lado.
Esto me preocupaba muchísimo, porque convengamos que hay cosas que los chicos necesitan aprender y dominar porque son herramientas muy poderosas para su vida (leer, escribir bien, expresarse con claridad tanto oralmente como escribiendo, son algunas de esas cosas), e intenté entusiasmarla de varias maneras diferentes, usando distintos métodos y materiales, pero sin resultados. También era consciente de que el amor por la lectoescritura es fundamental, y por nada del mundo quería forzar o hacer algo que provocara un rechazo de parte de Gaia hacia las letras.
Y un buen día llegó a mi mente la idea: «uno aprende a escribir para comunicarse con los demás». entonces tengo que conseguirle a «los demás»!!!!
Y fue así como se me ocurrió la idea del proyecto «Cartas de Papel», en el que participaron unas 50 familias HS de diferentes países de habla hispana. Me puse a la tarea de irlos contactando, para que los chicos comenzaran a comunicarse y a conocerse por medio de las «viejas y queridas» cartas de papel y tinta.
Esa fue la manera que yo encontré para que Gaia conectara con la escritura. A partir de esta experiencia ella dio un giro de 180 grados, es una nena que escribe muchísimo y lo disfruta enormemente.
Aún hoy se escribe con su amiguito español Tomeu. Aquí les comparto algunas fotos:
en la biblioteca terminando de transcribir uno de las cuentos de «La melancólica muerte de Chico Ostra» a Tomeu (hojas y hojas de transcripción, y

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aclaro que fue su idea).

en el correo pegando las estampillas.
haciendo fila para entregar la cartita.